Inflación Oligopólica y el Crecimiento dirigido por Ganancias




Por Alejandro Fiorito* y Eduardo Crespo**
El domingo 24 de marzo los investigadores de Flacso, Schoor y Manzanelli, en respuesta a una crítica nuestra realizada la semana previa, afirman que en estas discusiones se debe tener “rigor metodológico y sustento empírico”. Estamos totalmente de acuerdo y por ello insistimos en que la hipótesis de la ‘inflación oligopólica’ carece tanto de sustento teórico como empírico. En el terreno de la teoría, los autores argumentan que el precio de ‘exclusión’ -que por definición es inferior a aquel que tornaría viable la participación de competidores marginales- es necesariamente ‘circunstancial’, dado que una vez expulsada competencia, los ‘oligopolios’ tenderían a colocar precios superiores a los iniciales. En esta descripción los ‘oligopolios’ parecen seguir una receta experimental con la cual primero bajarían precios para luego subirlos.

Los procesos de concentración estarían signados por una curva de precios primero descendente y luego ascendente. Cabe preguntarse por el rigor metodológico apuntado: los investigadores de Flacso, o de cualquier otra institución, ¿conocen algún ‘experimento’ de esta naturaleza llevado a cabo en la vida real? ¿Por qué motivo cuando vuelven a elevar los precios por encima del nivel de exclusión los productores marginales no pueden reingresar al mercado? Llama la atención la referencia a Sylos Labini, un autor absolutamente cristalino cuando apunta al precio de exclusión (o precio ‘límite’) justamente como un nivel tan bajo que excluye del mercado a eventuales competidores. Para Labini los ‘oligopolios’ excluyen competidores colocando precios bajos, no altos. Y deben mantenerlos en niveles bajos para inhibir la de entrada.

En el terreno empírico los autores refieren a la puja distributiva intra-capital y reclaman un mayor nivel desagregación para sacar conclusiones. Sin embargo, la simple comparación entre los índices agregados de las ramas ‘más concentradas’ en relación, por ejemplo, con los de precios al consumidor, desbaratan la hipótesis de una inflación impulsada por prácticas oligopólicas (ver gráfico 1).
Gráfico 1
Como se puede observar, las ramas altamente concentradas (RAC) presentan tasas de variación casi idénticas, hasta resultar indistinguibles a partir de 2006, al índice IPIB manufacturero promedio que publica el INDEC, al tiempo que crece a tasas significativamente menores al índice de precios 7 provincias, sobre todo a partir de 2006 cuando se aceleró la inflación.
Los investigadores reconocen no tener datos sobre costos, lo que no les impide asegurar que existe una presión inflacionaria derivada de la estructura ‘oligopólica’. Aunque no disponemos de una estructura de costos detallada, como primera aproximación contamos con la participación de los salarios en el valor agregado bruto de las 500 mayores empresas. Como puede observase en el gráfico 2, esta participación se incrementó en forma sostenida desde 2003, confirmando las estimaciones sobre los margen unitarios entre decrecientes y estables mencionadas en nuestra nota anterior.
Gráfico 2


Es significativo que se admita una caída (aunque leve) de las utilidades con relación al valor agregado durante la ‘post-convertibilidad’ sin abandonar la hipótesis de una inflación impulsada en forma significativa por presiones oligopólicas. Además, debe recalcarse que la rentabilidad efectiva de los capitales en cualquier economía no depende únicamente de los precios finales con relación a los costos unitarios, sino del nivel de la demanda final en relación al stock de capital disponible. Durante el período analizado la rentabilidad del capital en Argentina no se preservó en base a subas de precios desvinculadas de los costos, sino que fue el aumento de la demanda agregada, al elevar el grado de utilización de la capacidad productiva, lo que permitió que los capitales disfrutasen de un nivel de rentabilidad alto en términos históricos aún con márgenes unitarios decrecientes.
En un pasaje de la respuesta los autores sostienen que “estudiando los precios relativos del sector de bienes de capital (rama escasamente concentrada) se advirtió que los precios mayoristas del mismo aumentaron muy por debajo del de sus insumos críticos. Resulta que los principales proveedores de materias primas son grandes oligopolios con larga tradición en elite empresaria local (Aluar, Acindar, Siderar, Siderca), cuya rentabilidad media fue del 22 por ciento, mientras que la de la industria de bienes de capital alcanzó el 7 en 2005-2009.” Es importante notar que los productos elaborados por estos ‘oligopolios’, como aluminio, acero y tubos sin costura, son commodities estandarizados cuyos precios están también influenciados por el mercado mundial, al tiempo que no guardan una relación directa con la estructura de mercado doméstica. En todo el mundo estos productos aumentaron de precio y Argentina no fue una excepción.  
Con relación al comportamiento inversor de la clase capitalista en la Argentina, los autores señalan, como si se tratase de una paradoja, que las inversiones efectivamente realizadas durante la ‘post-convertibilidad’ no fueron proporcionales a la rentabilidad obtenida. Aquí aparece una vez más un problema de naturaleza teórico. En contraposición a muchas corrientes neomarxistas con significativo peso en la Academia Argentina, debe notarse que en ninguna economía del mundo la inversión privada es inducida por la rentabilidad obtenida en el pasado, sino por la ganancia adicional que es posible obtener por ampliar la capacidad productiva, es decir, por realizar una nueva inversión. Los autores, quizás sin advertirlo, dan una solución para la ‘paradoja’ planteada cuando dicen que “el elevado crecimiento del producto manufacturero durante la posconvertibilidad ha sido impulsado por la enorme capacidad ociosa existente tras la crisis de la convertibilidad”. Si realmente existía una enorme capacidad ociosa, ¿por qué debía esperarse un boom inversor cualquiera fuera la rentabilidad? ¿En qué lugar del planeta las empresas invierten alocadamente cuando la capacidad ociosa es elevada? Este comportamiento inversor puede resultar contradictorio con los postulados del neomarxismo y quizás allí radique el origen del cuestionamiento moral implícito en la expresión ‘reticencia inversora’. Pero lo relevante en este caso es que no se trata de una conducta reñida con las leyes más elementales del capitalismo.  
Según los autores “la contrapartida (de la ‘reticencia inversora’)… fue una plétora de capital remitida al exterior por distintos mecanismos”. De allí infieren que este es “también un factor de importancia para reflexionarsobre la escasa diversificaciónde la matriz industrial en la última década”. Por un lado, distintos investigadores de Flacso desde hace años argumentan que el ‘capital concentrado’ de Argentina goza de ganancias extraordinarias. Por otro, este curioso capital en lugar de quedarse en la Argentina y penetrar en otros mercados con mercancías domésticas, aprovechando sus ‘extraordinarios’ privilegios, opta por migrar al exterior huyendo de esta mina de oro de la rentabilidad extraordinaria. 

 Cabría preguntarse, ¿ganancias extraordinarias con relación a las que se pueden obtener en otros países? A modo de ejemplo, ¿los investigadores saben cuál es la rentabilidad de una colocación financiera en Argentina con relación al resto del mundo?  Y esto nos conduce al problema final de la escasa diversificación de la matriz industrial del país. Pareciera que los autores imaginan que el único capital que sabe crear barreras a la entrada es el que opera en Argentina.


Dada la apenas incipiente política industrial de los últimos años y el bajísimo nivel de inversión pública, en realidad es ingenuo pensar que cualquier actor privado va a reinvertir ganancias y adoptar una actitud audaz en materia de inversión, independientemente de los vaivenes de la demanda agregada y de las reticencias típicas del capital privado para afrontar los desafíos del desarrollo. En ese sentido, no hay ninguna novedad histórica:Argentina no tiene otra opción más que elevar los niveles de inversión pública. Quien descubrió América y llegó a la luna no fue el mercado. Fue el Estado.

 

* Profesor de la UNLU
** Profesor de la UFRJ
Original: Pagina 12

Revista Circus